Aihar despertó recostado sobre un charco de agua. Su cuerpo estaba fresco, tranquilo. Sus heridas inexistentes y sus músculos sin cansancio. La totalidad de él yacía en una tranquilidad inexplicable. Como si hubiese despertado de una larga siesta reparadora, que le había curado. Se puso de pie, notando que el…